martes, 4 de diciembre de 2018


Me encontré esta entrada organizando mi computador, ahora 6 años después!
La voy a pegar aquí solo para la posteridad! 


Nada es un accidente.

La vez pasada que fui a India me quedé con las ganas de ir a lugares muy famosos como Ajanta y Ellora, y Hampi. Esta vez estaba en mi plan ir al menos a conocer Hampi, y mirando en el mapa, parecía posible hacerlo sin dar muchas vueltas, sin embargo cuando empecé a averiguar tiquetes, pude ver que el mapa no le cuenta a uno toda la verdad. 

El caso es que como lo seguro era Bangalore – Auroville, planeamos así la estadía en ambos sitios, y cuando me di cuenta, pasar por Hampi no era tan fácil desde Auroville y que la vuelta más lógica era haber ido a Hampi antes. En consecuencia, nos tocó devolvernos a Bangalore. 

Unos días antes, Susana, que estaba en Pondi, nos escribió y al enterarse de nuestros planes nos peguntó si podía acompañarnos. Entonces salimos de Auroville en un rickshaw, y nos encontramos en la oficina de buses con Susana. De allí tomamos un Volvo AC, para regresar a Bangalore, y después de 6 horas de viaje, el bus entró por la parte elegante de la ciudad. Se veía muy diferente que la noche en que cogimos el bus hacia Auroville. Y bueno, llegados a la ciudad negociamos otro rickshaw para ir a la estación del tren. 

Esta vez, por primera vez todos, viajaríamos en Sleeper Class. Tuvimos un buen rato de espera en la estación, así que comimos un poco, y además nos sentamos en el piso, cerca de otro grupo de extranjeros, a leer un libro y a comer galletitas con nutella. En las estaciones, todo el mundo se sienta y se acuesta en el piso a esperar el tren. Es impresionante la cantidad de gente, y que a pesar de la suciedad todo el mundo se acomoda ahí en el piso a esperar. Luego de un rato de estar pendientes, vimos que apareció nuestro tren en la pantalla, así que fuimos a buscar el andén para esperarlo. Recuerdo siempre que Nata me había dicho que subir a los trenes era una locura, pero siempre me pareció fácil. Hasta ese momento. Llegamos al andén y estaba super lleno de personas y maletas. Pocos extranjeros a la vista, y ninguna persona que pareciera hablar inglés o pertenecer al equipo de la empresa de trenes. El tren estaba un poco retrasado, y el lugar olía muy mal. 

Los tres estábamos con los ojos abiertos pendientes de lo que sucedía, y de pronto, apareció el tren. Empezó a pasar vagón por vagón, y todos mirábamos en que momento aparecía el número de nuestro vagón… de repente se detuvo, y el número no había aparecido, así que empezamos a caminar de un lado al otro buscando, pero no encontrábamos. Los nervios empezaron a notarse. Nos subimos en el vagón supuestamente anterior, y todos teníamos opiniones diferentes. Juanda quería quedarse en ese vagón aunque fuera de pie, por temor a que el tren se fuera sin nosotros por andar buscando afuera. Susana opinaba que mejor subirnos en otro vagón que tuviera conexión con los demás. Yo opinaba que lo mejor era preguntar y buscar, pero no había nadie que nos entendiera o a quien nosotros le entendiéramos. Varias veces nos subimos y nos bajamos del vagón, preguntábamos y las personas nos decían que camináramos hasta el final del tren, pero al no encontrar el vagón volvíamos corriendo a subirnos en el vagón que tenía el número anterior. Después pasó un señor pegando los listados de pasajeros en cada puerta, con engrudo. Y al buscar no nos encontrábamos. Al final decidimos seguir a otra persona que nos indicaba ir hacia el final del tren otra vez. Y no se como entendimos, que faltaba que nuestro vagón llegara. Al final del tren había muchas más personas esperando, y cuando llegamos ahí y entendimos todo, fue un alivio. Finalmente llegaron los vagones faltantes, y el señor de los listados paso pegando los últimos en las puertas. Rápidamente encontramos nuestros nombres y apenas pudimos nos subimos a buscar los puestos.

A Susana le tocó en la ventana, en una litera de las que reservan para mujeres viajando solas, y a Juanda y a mi nos toco compartir con otros cuatro hombres. Quedamos en las literas superiores. Si hay una diferencia entre viajar en Sleeper y en 2nd class AC, claramente. En Sleeper todo está más sucio, no hay cobija, y tampoco te dan la comida. Pero nada que un pañito húmedo no pueda solucionar.  
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Ahora finalizando 2018, luego de leer este texto que iba a publicar y se quedó por ahí... recuerdo que la sensación de algunos de mis amigos al leer el último posteo que hice, fue como de no ser un viaje que se disfrutó! Pero si fue así.
Este viaje en tren nos llevó a Hampi, un pueblito pequeño en medio de un paisaje muy particular, rodeado de colinas, rocas y ruinas de muchos templos.
Muy similar a Pushkar, con cafecitos y espacios de relajación para los muchos turistas que se quedan por días y semanas a disfrutar el ambiente.

Recuerdo en particular de Hampi, la belleza de sus atardeceres, y haber caminado por lugares muy hermosos, subiendo las colinas hasta llegar a la cima, a meditar en las ruinas de los templos.
También me vienen a la cabeza las vacas-perro, como solíamos decirles con Susana, a estos animalitos que caminaban a esculcarnos las manos para ver que estabamos comiendo.

Luego de Hampi, viajamos los tres a Goa, donde pasamos unos días super relajados al lado del mar. 

De Goa me vienen también a la cabeza dos recuerdos: primero haber encontrado a mi amiga Francesca, sin tener celular ni nada que nos pudiera conectar, y haber ido a buscar un banyan tree en un bosque cerca de la playa, donde supuestamente habia un Baba que impartia conocimiento... recuerdo que el famoso Baba, nos ofrecio hachís.. y galletitas... fue un momento surreal, en la mitad de la India, rodeados de rusos, un Baba bastante particular, hachís y un señor que parecía perdido desde los años 70, en pañal con el pelo largo y tocando mantras en un estado bastante alterado de consciencia.

Y finalmente regresaríamos a Delhi para volver a casa.

Después de esta experiencia, cuando creí que no regresaría a India, me encuentro preparando mi 5to viaje a este hermoso país que cada vez me atrapa más. 


martes, 25 de diciembre de 2012

Auroville y Thanjavur


Luego de una semana en Kerala, volvió Juanda al Ashram a recogerme para ir a Auroville. Llegó sin barba, y me costó trabajo acostumbrarme, sentía que viajaba con otra persona. Definitivamente el corte de pelo afecta el comportamiento de las personas (jajaja). 

Cogimos un bus local que nos llevó hasta Bangalore, y nos dejó en la última estación de buses, desde donde nos tomó un rato encontrar la oficina de K.P.N, pues no entendíamos donde quedaba y no había gente que entendiera ingles en las proximidades. K.P.N. es al parecer un modelo de bus, entonces hay una calle llena de oficinas de transporte, y todas se llaman K.P.N. Es muy chistoso.



El caso es que para llegar allá nos toco pasar por lugares bien feitos, con mucha basura, tráfico pesado, olorosos y también un poco oscuro y solo. Juanda venía un poco estresado con el paisaje pero, afortunadamente, el lugar de donde salía el bus tenía una sala de espera. No era una sala de espera como en Colombia, o en otros lugares del mundo. De hecho se veía un poco lúgubre. Un salón en el segundo piso de un edificio viejo, con una luz bien apagada y las paredes pintadas de un verde pastel desvanecido por el tiempo y el mugre. Llegamos con buen tiempo así que nos tocó esperar más de dos horas a que llegara el bus, que además estaba retrasado. El señor que anunciaba los buses que estaban para salir hablaba poco inglés y cuando decía los nombres de los destinos, prácticamente no se le entendía. Entonces subía cada rato y gritaba un montón de cosas y se volvía a ir. Cuando le dábamos la cara de interrogación nos hacía señas con la mano, como diciendo “ustedes no, ya casi”. Al final el bus salió como con una hora de retraso, después de que muchos de los pasajeros se quejaran por la demora.

Esta fué mi primera vez viajando en Volvo AC, es decir, bus de lujo con aire acondicionado, silla reclinable y cobijita para la noche. Muy cómodo, si, pero creo que el señor conductor no dejo de pitar en toda la noche, y cada vez que había una parada pegaba unos alaridos que nos dejaban pegados al techo.

Llegamos a Pondi a las 6.30 am, y de una vez en la estación de buses nos dejamos tumbar del rickshaw, pero también por la pereza de irnos con esas maletas tan grandes en un bus local.

Con un poco de dificultad encontramos el Guest house que Carito nos había negociado previamente. International Guest House o American Pavilion. Esta comunidad recibe voluntarios e investigadores. Entonces la gente que viene allí, se queda por períodos largos de tiempo, y destina entre 3 y 6 horas diarias a trabajar voluntariamente en algún proyecto de Auroville, lo cual le permite ahorrarse cerca del 50% de la tarifa de la habitación y obtener también un descuento en el valor de la alimentación en la cocina solar.

American Pavillion

El American Pavilion es una comunidad que existe desde hace como veinte años, y las primeras habitaciones construídas son en bloque de adobe. Todas resguardadas por una estructura enorme circular. Detrás de estas habitaciones, construyeron una casa con materiales reciclados, que no está muy lejana de la casa de mis sueños. Tres pisos conectados por escaleras de caracol, cuyas barandas estaban hechas en madera natural, y todas las paredes hechas de placas de tetrapack reciclado. Las habitaciones son justo del tamaño para tener la cama y un mueble para guardar las cosas personales. Afuera de las habitaciones hay espacios comunes que quedan cubiertos pero al aire libre. Y lo mejor de todo, es el altillo, un espacio con el techo a dos aguas, con ventanas a cada lado (en el techo) y sin paredes (solo barandas).


En esta casita estaba viviendo Mijin, una niña de Korea que nos ayudó a hacer todo el trámite para vivir allí los diez días, y que es amiga de mi amiga Carito Pérez, que fue la razón que me motivo a repetir Auroville esta vez.
Carito estaba siendo voluntaria en una de las comunidades de Auroville, que se llama Windara Farm, y que trabaja el tema de permacultura.

Al otro lado de las habitaciones donde nos estábamos quedando, había otra construcción en estos materiales reciclados, que tenía una semejanza muy grande con “el castillo vagabundo” de Miyazaki. Esto resultó ser la oficina del arquitecto que construyó la otra casa.



El caso es que Carito y Mijin venían a visitarnos y nos subíamos al altillo a “ver televisión”, la programación más linda de todas! Veíamos el atardecer y la luna a través de las ventanas del altillo, al son de la guitarra y la voz de Carito.


Los primeros tres días que estuvimos en Auroville, nos tocó pasarlos prácticamente encerrados en el cuarto, porque había una alerta de ciclón y los vientos y la lluvia no permitían hacer nada. Así que el primer día pedimos una moto prestada y nos fuimos a abastecernos para los días de encierro. Estábamos un poco nerviosos porque un año atrás, Auroville sufrió las consecuencias de otro ciclón que tumbo un gran porcentaje de los árboles de la región y destruyó muchas casas, pues la mayoría de casas por esta zona son cabañas, o huts, techos de paja y estructuras de madera.

Afortunadamente nos encontrábamos en un lugar donde la construcción era más firme y eso nos dio más seguridad, pero no nos protegió del agua y el frío, pues toda la parte superior del cuarto y las ventanas, era en anjeo, y el frio se colaba por todos lados.
Para colmo, venía enferma desde Bangalore, donde se me pegó un virus que me tenía con dolor muscular, tos y ganas de devolverme a Colombia. Pero bueno, durante esos tres días solo dormí, comí, ví películas y estuve en internet mientras la tormenta lo permitía.
Todos los días decían que el ciclón estaba en camino, y decían llega esta noche, que no que llega esta tarde, no, que mañana, hasta que al final, al ciclón le dio pereza seguir bajando y se devolvió para Chennai.

Cuando pasó el ciclón ya me sentía mejor, aunque la tos no me dejaba tranquila, nunca había tenido una tos tan asquerosa (de verdad). Entonces me fui para Windara a cumplir con mi parte del trato que era cocinar un par de días o ayudar en la huerta para recibir el descuento de la estadía. El primer día llegué tarde, así que solo ayudé a las niñas que estaban en la cocina. Y después solo pude cocinar dos veces. Una vez para el almuerzo y otra vez para una fiesta que hacen todos los lunes.

El fin de semana, Carito y sus amigas habían programado un viaje a Thanjavur. Una ciudad que es conocida por los templos de la dinastía Chola, que reinó desde el siglo 10mo hasta el 14vo. Como Juanda hasta el momento no había visitado ningún templo, decidimos apuntarnos a la aventura.
El caso es que alquilamos un carro, en el que íbamos Juanda, Mijin, Carito, Ana (una amiga española de Carito), un chico que trabajaba con Ana que era oriundo de Thanjavur, y Alberto, el novio de Ana, que solo vino en el carro a la devuelta.



Salimos muy temprano de Auroville y por el camino pasamos por un par de templos.
Cuando llegamos a Thanjavur, dejamos a Ana en el hotel que había reservado, y nos fuimos a buscar hotel para nosotros. La ciudad era bien desorganizada, como las ciudades de India, y el sector donde estábamos buscando habitación estaba muy feito. Pero eso pasa en las ciudades. El caso es que terminamos alquilando un cuarto familiar para los cuatro, en un hotel que se veía un poco oscuro. Pero al menos estaba decente el baño y se veía limpio.

No se qué me pasó con la comida apenas llegamos a Thanjavur. Fue como si le hubiera cogido fobia a la comida india. No me provocaba nada. En esta parte del sur, le sirven a uno en hojas de plátano, o en platos metálicos cubiertos con hoja de plátano. Lo más normal es pedir Thali, que es como el “con todo” de la región. Entonces le sirven a uno arroz basmati, y le ponen como 3 o 4 diferentes masalas, con chapati, el pan tradicional, o papadam, que es como una tortilla de harina de garbanzo frita. Es rico, pero no se si era lo enferma que me sentía que no quería comer nada. De hecho me daban hasta náuseas.
En todos los lugares, cuando se pedía el Thali, había derecho a refill, y como no había muchos extranjeros en la zona, los meseros se quedaban parados mirando, esperando para volver a servir. Además de quedarse ahí mirando fijamente como uno comía, se animaban a decirle a uno qué era lo próximo que debía comer o probar.

    Carito y Mijin




Esa tarde fuimos a visitar el templo Brihadeshwar, que es el más prominente de la ciudad. Ver el templo al atardecer fue muy lindo. Los atardeceres en la India, en general, son para quedarse boquiabierto. Luego de darle la vuelta a este templo hinduista, con todas sus deidades, las más conocidas en Occidente, como Ganesh, y otras menos conocidas y un poco más misteriosas y escalofriantes como Bhairava, llegamos a un patio donde la gente estaba sentada esperando el atardecer.


Bhairava

Había un grupo de estudiantes de colegio, y Juanda, que estaba super entusiasmado todo el viaje tomando fotos de la gente, les pidió si podía tomarse una foto con ellos, alrededor de 30 chicos y chicas, que al verlo sentarse en el pasto cerca, y al sonido de la palabra foto, corrieron en estampida a rodearlo para tomarse la fotografía. En un momento pensé que lo iban a atropellar. Fue muy chistoso todo el movimiento.
El caso es que todos  muy felices se tomaron fotos con el.



Y después conseguimos un par de amigas indias, muy lindas que estaban encantadas con Carito (y también con Juanda). Los indios son muy bonitos cuando están jovencitos. Tienen unos ojos así todos grandes y pestañas pobladas, y una piel morena muy bonita. Lo peor es que pasa como en todo lado, lo ven a uno que es blanquito y para ellos es lo máximo, pero no se dan cuenta de la belleza que tienen ellos mismos.
Claro que con el tiempo, no se si es debido a la alimentación, a factores ambientales y tal vez hasta sociales, o que cosas, la vejez no les cae tan bien.


Después de visitar el templo fuimos a comer a un hotel, supuestamente elegante (parecía que estábamos en los años 70, y que desde entonces no limpiaban el polvo), y después al hotel a descansar. También tuve que salir a buscar un remedio para la tos pues ya era un poco insoportable. Encontré un remedio ayurvédico (a base de plantas), que me saco la tos como en 3 días. No sé qué karma tenía que limpiar con todo lo que ese remedio me sacó de los pulmoncitos.

Al otro día nos levantamos tardecito, Carito y Mijin se habían ido al templo de nuevo a ver el amanecer, y nosotros con Juanda nos fuimos a buscar desayuno. Y luego probamos a visitar algunos de los sitios turísticos de la ciudad, pero la verdad es que todo estaba muy descuidado. Así que nos devolvimos al hotel.



En la tarde nos encontramos de nuevo y fuimos a visitar un museo donde había unas pinturas muy chéveres de diferentes épocas e ilustraciones de manuscritos antiguos.  Saliendo de allí  fuimos a la casa del chico local que nos acompañó en el viaje, en una parte muy humilde de la ciudad, donde nos recibió su mamá y nos atendió con maní recién tostado y chai. Conocimos un par de vecinos muy interesantes, todos muy lindos, como por ejemplo un señor que trabajaba tallando cuerpos para cítaras y veenas (instrumentos de cuerda).

Y luego de esto, tomamos camino a Auroville. Este viaje me lo sufrí completico, el aire acondicionado del carro me hacía sentir presión en el pecho, me sentía ahogada, con náuseas y dolor de cabeza. Además sentía que el paseo no había valido la pena el esfuerzo, y estaba angustiada porque cada vez me quedaba más en los rines (las tarjetas de crédito se me habían bloqueado y no me daban efectivo). Para colmo la conversación en el carro iba un poco pesada y oscura, y a eso sumándole la forma en que se maneja en India, todos mis pobres gusanos morían en cada adelantada del carro en la carretera.

Ese día llegué al guesthouse, y me puse a llorar. De verdad quería devolverme para Colombia. Pensaba porqué había ido de nuevo a India, y por qué no había planeado mejor el viaje. Toda la valentía se me había quedado quien sabe donde guardada. Afortunadamente Juanda estaba ahí para darme un poco de ánimos. Aunque creo que lo asusté un poco. Se suponía que yo era la valiente y la guía del viaje.

Pero bueno, todo se vale. Se vale ser humano a ratos y sentir cosas tristes.

Al final, todo el llanto me ayudó a sentirme mejor y al otro día comencé de nuevo con todos los ánimos.

Al regresar a Auroville, Juanda comenzó a buscar actividades que pudiera hacer con música, además de lo que ya estaba haciendo con Tiago, un portugués que vive en Windara. Pero finalmente no encontró nada y me pidió que nos moviéramos de ciudad, para conocer un poco más de India también. El caso es que el presupuesto estaba muy ajustado y yo pocas ganas tenía de moverme. Al final hicimos cuentas, y nos fuimos a la agencia de viajes a que nos organizaran la devuelta a Delhi. Por la proximidad de las fechas, y también por la temporada (Diwali) los tiquetes de tren estaban agotados hacia Delhi, desde todas las ciudades. Despues de tres horas en la agencia (por reloj), logramos un itinerario, en el que ambos íbamos a algún lugar de nuestro gusto.

Decidimos ir a Hampi, para lo cual teníamos que ir en contra de nuestra voluntad a Bangalore, y allí tomar un tren a Hospet y luego un bus. De allí iríamos a Goa por un par de días, y por la falta de opciones, tomaríamos un avión a Delhi.

En los pocos días que nos quedaron en Auroville después de esta decisión, lo único que hice fue cocinar un par de veces en Windara, y salir por las tardes a tomar café helado con Carito y Mijin en Kuilapalayam, el pueblito que queda cerca de Auroville.

La última noche que estuvimos en Auroville, Juanda dio un concierto con Tiago, el concierto por la paz, en el que tocaron un repertorio que fue mezcla de música tradicional de las costas colombianas, música brasilera, africana, entre otras. El lugar donde se presentaron fue la terraza de Svaram, un taller de instrumentos musicales, donde se investiga sobre el tema.



La fiesta se prendió. El concierto tuvo una parte muy meditativa, pero después llegó la sabrosura con la música Colombiana. Toda la gente se paró a bailar.

Y fue así como nos despedimos de Auroville, con la energía renovada y feliz. 

lunes, 24 de diciembre de 2012

Ashram mode



No pude pasar mucho tiempo en el Ashram, pero 3 días fueron suficientes para tener unas cuantas aventurillas.
Lo primero que sucedió, fue que al mejor indian-style, pasé 3 horas (por reloj) esperando para poder tener un cuarto. Obviamente debido a la cantidad de gente entrando y saliendo del Ashram ese día, pero  también dejando en claro que los indios no se ganan el primer lugar en eficiencia, ni en atención al cliente. Lo que inicialmente dijeron de esperar diez minutos, se convirtió en una espera de más de dos horas y media.

El curso que iba a hacer incluía acomodación en el Ashram, en un cuarto compartido para cuatro personas. Lo cual cayó de perlas pues ya solita en esta zona, prefería no tener que caminar o coger el rickshaw por la noche. Y bueno, quedarme en el Ashram me hizo caer en cuenta que realmente las condiciones de mi anterior vivienda no eran las mejores (en palabras de mi mamá, nos dieron en la mula). Los que me conocen saben que soy tranquila y no necesito muchas comodidades. Pero puedo decir, que cada célula de mi cuerpo brincó de alegría cuando me entregaron sábanas, funda de almohada, cobija y toalla, LIMPIAS. Después de estar durmiendo diez días encima de una cortina y un mantel maloliente, bueno... pues si... me puse feliz. No me culpen. Tener cama también fue una buena noticia. Y tener un baño limpio, donde el agua salía con presión, fue una alegría indescriptible. Ni qué decir del descubrimiento de la escobilla para secar el piso después de bañarse.
Definitivamente un cambio para mejorar.

El cuarto es compartido, y el sistema de seguridad que utilizan es un candado, del cual te dan la combinación y funciona muy bien. Pues asumimos que todo el mundo es responsable y chévere pues todos estamos caminando el mismo conocimiento, y dentro de este no cabe robarle al vecino.

La primera noche cuando llegué, conocí a mis roomates, que se iban al día siguiente. Tres chicas de Malasia, más dulces que la panela. Una de ellas instructora de Sri Sri Yoga. Era tarde cuando llegué, y tenía toda mi ropa sucia, así que me puse a lavar mientras ellas arreglaban sus maletas. Cruzamos un par de palabras y ya.

Al día siguiente, me fuí a las 5 de la mañana a comenzar mi curso, y ellas se fueron antes que yo regresara. Me dejaron sobre la cama tres ladoos de maní (unos dulces tradicionales de aquí increíbles), una bolsa de galletitas de avena y dos pastelitos de hojaldre con mermelada.

Tenía un poco de nervios de pensar en mis nuevas compañeras, y creo que no eran miedos infundados. Que tal alguien menos dulce que estas tres malasienses?

Confirmé un poco mis miedos cuando en la noche regresé al cuarto y me encuentro con dos abuelitas indias, de cara muy seria, que lo único que me dijeron al verme fue "you are late!", antes de taparse con la cobija y darme la espalda. Pensé que iban a ser unos días difíciles con estas señoras, pero al otro día me levanté a las 4:30 y mientras una de ellas se bañaba, tuve una amable conversación con la otra. Y bueno terminé encariñándome con ellas a pesar de pasar muy poco tiempo juntas.


Sobre el Ashram, les cuento que es grandísimo y tiene espacio para albergar a muchos miles de personas. No tengo seguridad de cuantas. Pero solo para Navaratri había más de 6000 personas, de las cuales cerca de 2000 éramos internacionales.

Además del alojamiento tienen una cocina que no podría decir que tan grande es, pero alimenta a toda esta cantidad de personas todos los días durante la celebración. La comida estuvo muy rica siempre. Para algunos tal vez muy picante, hasta la comida non-spicy era picante. Pero yo me gocé con toda la comida spicy. Lo único que me parecía raro era por las mañanas una especie de avena en leche que servían, que no era dulce sino salada, y pues bueno... raro desayunar eso –todos los días.


La celebración de Navaratri duró diez días, y hay un día que no recuerdo bien si es el octavo o el noveno, que es como la cúspide de la celebración, todas las personas se visten con sus mejores trajes, los puyas fueron los más especiales, con elefantes y vacas en tarima, y la comida fue todo un festín. Nos sirvieron como diez platos diferentes (un poco de cada cosa) y estuvo delicioso. Aunque también fue raro para algunos, pues no separaban lo dulce de lo salado y lo picante.
Otra cosa interesante es que como vienen tantas personas a comer, tienen unas instalaciones para que cada quien lave su propio plato. Razón por la cual creo que tengo este virus que me ha acompañado todo el viaje.
El caso es que tocaba hacer una fila larga para echar los desechos en una caneca y pasar a unos lavaplatos comunales. Los grifos estaban como locos, unos abrían para un lado y otros al contrario, entonces era frecuente abrir con fuerza la llave en vez de cerrarla y bañarse la ropa con el rebote del agua sobre la superficie.

De las cosas más lindas para ver en el Ashram, está el Vishalakshi Mantap, que es uno de los espacios en donde se hacen las prácticas, y los cursos cuando no son tan concurridos. Caben cerca de 1000 personas en el hall principal. Es muy chistoso a primera vista porque parece un ponqué de primera comunión o quince años. Obviamente indian-style. De hecho le dicen el Cake Temple. Porque de recién llegado Vishalaksi es complejo de recordar.

Ya con el tiempo uno se acostumbra a los tonos rosados desvanecidos de las lámparas y logra ver la belleza de toda esa construcción en mármol, que además de albergar a los asistentes en los cursos, es hogar de muchas palomas y refugio de las ardillas por la noche. Así que muchas veces uno puede pensar que está teniendo una experiencia de otros planos astrales y de pronto aterrizar y darse cuenta que es el gorjeo de las palomas.

Además de este templo hay varios espacios muy bonitos, no sólo para cursos sino para descansar, y quedarse por ahí sentado en estado de contemplación. Buscando un poquito más en el tiempo que tuve disponible, por fin encontré el Sumeru Mantap, del cual había escuchado muchas historias lindas de las personas que han vivido el Arte de Vivir desde que nació en Bangalore. El templo queda en una montañita, también tiene formas decorativas tipo pastel matrimonial, pero este es más lindo porque son como dos anillos, conectados por columnas, alrededor de un jardín donde está un árbol muy grande y frondoso, con una sillita muy bien puesta a su lado, y él, extendiendo sus ramas en los alrededores le da sombra a los meditadores que suben a hacer sus prácticas matutinas allí, y más tarde le da lugar de descanso a los micos que vienen a visitar el templo durante el día.
Está pintado con muchos colores, tiene estatuillas de diferentes dioses hinduístas y es un lugar con una energía muy bonita.


Ya en los últimos días que estuve en el Ashram, Guruji nos recibió en dos oportunidades, al grupo de los hispanohablantes primero y despúes con los brasileros. Nos recibió en un salón muy bonito, con las mismas características de los otros templos, pero este, diría yo, parece un cupcake.

Una sala muy linda, llena de chocolates y regalos que la gente le ha entregado. Obviamente él no se come todo lo que le regalan porque a que hora termina (¿?) entonces los reparte a las personas que lo visitan para hacerle preguntas o simplemente para verlo en persona.

Otra cosa divertida que pasaba en el Ashram era que había muchos rusos, y los rusos son muy divertidos. No hablan ni pizca de inglés.  Y lo mejor es que creen que todo el mundo habla ruso. Entonces entablan conversaciones unilaterales, en las que con toda la confidencia, le preguntan a uno cosas y esperan que uno responda. Igual uno se queda pensando si es que están hablando inglés, porque con tanta naturalidad que preguntan y se quedan esperando, cualquiera se confunde.

Lo mismo pasa con los indios. Creo que ya había escrito sobre eso. A todo te dicen que si. Entonces muchas veces no se sabe si realmente entendieron lo que uno les dijo.

Y bueno, la verdad estuve muchos días, que a veces parecieron meses y a veces parecieron un par de días, no entiendo que fue lo que pasó pero no alcancé a conocer muchas cosas. Así que me quedé con ganas de regresar, tal vez en otra época del año y tal vez con la intención de enrolarme con más profundidad en las actividades de servicio. 

miércoles, 24 de octubre de 2012

Navaratri con Art of Living en Bangalore.

Ya llevamos casi 20 días en la India.
Luego de los dos días que pasamos en casa de Nati en Delhi, tomamos un tren que nos llevó, en 36 horas de compartir con otros dos indios, a Bangalore. La experiencia en el tren fue bastante divertida, de compañeros teníamos a un chico de Delhi que tenía una apariencia muy chistosa, pero a la vez era muy tierno, se la pasó todo el camino muerto de la risa viendo quien sabe que cosa en su computador, y a ratos se ponía el radio del celular, y cantaba lo que escuchaba pero más bien parecía que se quejaba o se desperezaba antes de pararse de la cama (Que desafine!). En la otra litera, nos tocó un señor musulmán que se parecía a Jack Nicholson en el Resplandor, versión india con eructos y todo. Por momentos me daba un poco de miedo que le diera la locura. Y por las noches el concierto de ronquidos no me dejaba conciliar el sueño con facilidad, porque sobre todo este Jack indio dormía como en los dibujos animados: cada vez que inhalaba roncaba y se traía las cortinas, las sábanas y todo lo que estuviera cerca.
Tuvimos unos angelitos en el tren, el chico que nos consiguió los tiquetes de tren en Delhi, y varios de sus estudiantes. Por la mañana cuando llegamos a Bangalore, nos llevaron a tomar el taxi y nos acompañaron hasta el ashram. Los indios son muy bonitos, son todos dulces y muy hospitalarios.

Al llegar nos registramos y nos fuimos con Shreya a instalarnos en la casa que nos consiguió. Resultó ser excesivamente básico, pero creo que el problema no era lo básico sino el estado del lugar. Estaba un poco polvoriento y el baño daba un poco de asco. Estaban todos los grifos oxidados. Y todas las superficies llenas de cal. Estamos compartiendo casa con otras tres (ahora cuatro) chinas de la China.
Los días en el Ashram parecen semanas enteras. Todas las prácticas comienzan a las 6 de la mañana (significa salir de nuestra casa a las 5.15, levantarnos 4.30), y como estamos todo el día meditando y haciendo cosas hasta las 9 o 10 de la noche, parece que pasan semanas y semanas. Se pierde la noción de fecha, hora y día. Entonces la verdad ya no recuerdo como fue el orden de algunos de los eventos, pero básicamente tuvimos un retiro de silencio de 4 días, que fue bastante diferente a los cursos avanzados en los que he estado. Se supone que el curso es en silencio, pero más o menos 2000 internacionales, casi la mitad occidentales, haciendo este curso en un entorno totalmente indio, con elefantes y todo lo que significa estar aquí, y metidos en este Ashram que parece un centro comercial, con miles de distracciones, no pueden estar en un silencio real. Todo el mundo se hacía señas con los demás, y los que no se hacían señas se iban a los almacenes a comprar libros, meditaciones, cremas ayurvédicas, y a hacer todas las cosas que seguramente no podrían hacer después por causa de las actividades de celebración de Navaratri. De todas maneras, el curso si fue muy especial, teníamos dos instructores, la Doctora Nisha y Swami Jyotirmaya. La doctora super linda, y Swamiji, increíble. Super divertido, y con mucha habilidad para explicar el conocimiento a prueba de tontos. Las experiencias de las personas siempre son muy lindas. Se llega a niveles muy profundos de meditación en este curso y la gente logra experimentar mucha liberación, calma y alegría.

Mientras sucedía el curso, y durante todos los diez días, se llevaron a cabo todos los días las ceremonias de agradecimiento de estas festividades de origen hinduísta. Todos los días desde temprano, los estudiantes de la escuela védica se sentaban por horas (literal: como siete horas diarias) a cantar las diferentes pujas y a hacer todos los rituales con el fuego, el agua, las frutas y todos los elementos que le ofrecen a la divinidad, como agradecimiento y en celebración, pidiendo paz, abundancia, alegría y felicidad para todos.

Obviamente, nosotros también nos sentamos por horas y horas a escuchar los cantos, y ver los rituales, y meditar con los sonidos. Al final, entendí todo lo que nos dijeron al principio, cuando dejas de tenerle miedo a lo desconocido, le abres la puerta. Es como expandir todas tus capacidades. Claramente, ninguno de nosotros occidentales, ni la mayoría de los Indios, comprendía el significado literal de todos estos cantos y ceremonias, pero simplemente estar allí sentados todo ese tiempo es lo que en se llama tapas en sánscrito, que si mal no entiendo son todas esas prácticas que haces, que te permiten ampliar tu capacidad de recibir, en todo sentido.
Es como cuando de pequeños nuestros papás nos hacían probar cosas nuevas de comer, y como en mi caso, que era bien rancia y no quería probar nada que tuviera un aspecto diferente, entonces duré muchos años, casi hasta mis 20, teniéndole aversión a la comida hasta que me dí cuenta de todos los placeres y beneficios que tenía aprender a comer de todo, y de todo lo que me perdí!.
Igual sucede en la búsqueda espiritual. Es como por ejemplo en yoga, tener una disciplina. A veces la disciplina cuesta, da perecita levantarse una hora antes para dedicarle a tu rutina de yoga y meditación. Pero tener la disciplina es super valioso, con el paso del tiempo se ven los resultados, es decir, te das cuenta que vale la pena y que al final lo que estás haciendo es ampliar tus capacidades. Tus capacidades a nivel físico, mental, emocional y espiritual. Te das cuenta que el estado de ánimo cambia, que puedes ser más ecuánime y que con el paso del tiempo, ya ni siquiera las rodillas te molestan por estar sentado tanto tiempo en la misma posición, y se aumenta la capacidad de ver la vida desde lo positivo y la abundancia en vez de estar todo el tiempo sumergidos en la queja.

Eso es mi tapas, y lo que gané que después de todos estos días: cultivar la paciencia, la apertura de mente, y la confianza. Y hoy, faltando un día para terminar Navaratri, me siento contenta. Hubo días esta semana en que sentí, igual que la vez pasada, que quería ir corriendo a esconderme debajo de las faldas de mi madre, pero es normal, otra vez terminando todo el movimiento interior de estos días de silencio, brilla la luz de nuevo, más fuerte que antes. Obviamente muchos de los que estábamos allí nos sufrimos algunas de las sentadas de tres o cuatro horas, pero al final cuando se mira hacia atrás, es un alivio ver de lo que uno es capaz, nada en esta vida es tan grave como para tomársela en serio. 

Durante estos días, estuvimos con un pequeño grupo de hispanoparlantes, o del spanish spoken power, como dice Juanda. Varias chicas de Córdoba Argentina, un par de españoles y otra Colombiana. Hemos pasado momentos lindos, cuando nos hemos encontrado, porque desafortunadamente perdí mi celular el primer día que estuve aquí en el Ashram, y muchas veces nos pasamos el día sin encontrarnos aquí entre tanta gente.

Además de estar con ellos, estuvimos un día con Shreya, mi maestra de los cursos para niños, preparando arepas, traje como 3 kilos de harina para satisfacer sus nostalgias del Curso de Instructores en Colombia.

He conocido indios e indias muy lindos, todos super amables y con muchas ganas de que uno la pase bien aquí en su país.Y tambien gente linda de otros países. 

Estos dos últimos días he estado sola aquí en el Ashram, pues Juan David decidió tomarse un respiro, y se fue a internarse en la selva hacia el sur de Karnataka, la verdad que aun no comprendo en que parte del mapa está, pero se que se está divirtiendo y hasta tengo un poco de envidia de su impulso aventurero.

Estos días sola han sido extraños... la vez pasada me vine sola y me sentí muy guerrera, y ahora como no vine sola, me sentí más bien gallinita y me dió un poco de susto quedarme sola. Hasta me costó un par de lágrimas y berrinche. Ya me conocen de mi primer viaje, la Laura llorona que siempre me persigue, reloaded. Pero bueno, gracias al cielo, algunos indios dentro de su inocencia y su cultura, saben hacerme salir el fuego, y no fue sino buscar un rickshaw que me llevara la primera noche a mi casa, para armarme de valor. Como ahora me ven solita, y piensan que soy una princesita, no me rebajan ni media rupia los ijuemaiders. Y obviamente me cobran como el triple de lo que vale el viaje hasta mi casa. Entonces fui la primera noche, y empece a pedir que me llevaran, y no se bajaban de las 120 rupias. Por ahí alguno dijo que 100. Eso es mas o menos dos dólares, para un viaje que dura 3 minutos, con riesgo alto de matar todos los gusanitos que una tiene en la panza, porque manejan como locos.
Cuando les hago mi oferta de 50 humildes rupias, me miran con desprecio y me dicen “walk”. A lo que solo mi ira responde con un “ok. I WALK”. y efectivamente I walk. Pero para tranquilidad de todos, ayer Kumar, un indio super lindo que es nuestro amigo desde el primer dia que llegamos se charlo a los conductores para que no me den tan duro con los precios, y así ninguno sufre porque todos se quedaron preocupados de que me fuera caminando sola.

Mañana me paso a vivir al ashram por casi cuatro días más. Voy a hacer un curso, y después me encuentro de nuevo con Juan David para ir a Auroville. A vivir unos cuantos días de hippismo extremo. Allí nos encontraremos con Nati e Indi, con Carito Perez, y viajaremos con Susana que casualmente iba en la misma dirección y en la misma fecha.


Entonces por ahora los dejo con esta frase muy linda que leí ayer:
“Joy is love for what is, Sorrow is love for what it is not”.

Estoy feliz de escribir de nuevo! 
Feliz semana para todos!  

 (perdon por el tamano y el tipo de fuente, no se si es el computador... o India, o blogger o yo... no lo pude seguir haciendo igual)

sábado, 13 de octubre de 2012

De vuelta a donde empecé.

Bueno, y aquí estoy de vuelta al lugar que me inspiró a comenzar este blog. No pensé que fuera tan pronto el momento de volver a India. Pero que bien tener esta oportunidad de escribir de nuevo desde aquí. Llevo dos noches en Delhi y al igual que la primera vez, han estado llenas de sueños locos resultado de toda la sobre estimulación auditiva y visual de esta ciudad.

A diferencia de la primera vez, me siento como en casa. Y también a diferencia de la primera vez, no vine sola. Esta vez estoy utilizando lo poco que alcancé a conocer la primera vez para guíar a mi compañero de viaje. Todo lo que sucedió semanas atrás ha sido un poco loco, y bueno aquí estamos en India sintiéndonos tocados por la gracia, pues todo lo que me causaba angustia hace una semana se ha ido solucionando como por arte de magia con el pasar de las horas en estas tierras.

Para comenzar, el objetivo principal de este viaje, que más bien fue un impulso y unas ganas de poner a prueba mi fe, es venir a ver al maestro que conocí luego de regresar a Colombia la primera vez, venir a cumplir el objetivo de mi primer viaje a India.

Lo de la compañía fue algo que no me esperaba, pero que agradezco un montón. Y así como no lo esperaba, ya sabíamos que para viajar en India hay que planear con tiempo sobre todo cuando uno no se va a quedar ni siquiera dos meses. Entonces las angustias comenzaron (en mí) cuando nos dimos cuenta que faltaban pocos días y no teníamos los tiquetes de tren para viajar a Bangalore, ni tampoco una ruta definida de los días posteriores a la celebración en el Ashram.

Al final, después de un par de días de dudas y de preocupación decidí dejarlo ser. Soltar toda la tensión. Si sucede bien y si no sucede también. Y no fue sino soltarlo para ver como todo comenzó a alinearse.

Lo primero que nos pasó empezando el viaje, fue que el primer vuelo, Bogotá Panamá, se retrasó, razón por la cual nos enviaron en un vuelo directo a Nueva York. Llegando a Delhi descubrí un aeropuerto totalmente renovado y mucho más eficiente.

Nathalia, mi anfitriona en India, nos recibió en su casita, ahora en Delhi, donde está viviendo con Indi y una nueva gatita llamada Nina. Otra vez como la vez pasada estoy teniendo problemas para bajar las fotos... asi que por ahora... voy a ser breve.

La primera noche no pudimos dormir pensando que unos perros se habían comido a la gata, pero resultó que simplemente estaban ahí peleando entre ellos.

Al otro día por la mañana,  nos levantamos a ver si encontrábamos tiquetes de último minuto para viajar a Bangalore juntos, y después de intentarlo por casi media hora de intentar comprarlos en la web, nos quedamos sin tiquetes. El tiquete que habíamos reservado aun estaba en el estatus RAC, que significa que tienes puesto en el tren, pero en silla, no en litera. Y pues viajar casi 40 horas en silla no era nuestra mejor opción. Pero ahí fue cuando apareció Shreyaji, dese Bangalore, y nos mandó un angelito caído del cielo, que en más o menos 15 minutos movió sus cartas y nos consiguió dos tiquetes en el mismo vagón en la clase que los necesitábamos. Así o más cuidados?

Y bueno, ya en la noche nos fuimos a Hauz Khas, un barrio muy elegante lleno de restaurantes, construido sobre unas ruinas antiguas. Algo así como Usaquén, con un poquito más de polvo y cables de luz, y obviamente lleno de callejones pequeñitos como todos los lugares aquí en la India.
Fuimos a un cafe tibetano mientras esperábamos por la reserva que habíamos hecho en un restaurante de la zona, donde al sonido de un mantra eterno y contrastado con lucha libre en la televisión nos tomamos un par de malteadas.

Finalmente llegamos al restaurante, muy escondido entre callejones y en el último piso de un edficio muy angosto.  La comida... un sueño... todo delicioso, espero tener las fotos para contarles un poco más.

Hoy segundo día en Delhi, nos pasamos toda la mañana en casa, escuchando música y hablando con NAti e Indi, y preparando todo para el viaje a Bangalore.

Y despues de tanto tiempo sin escribir, ahora si espero poder ser constante, y volver a escribir en más o menos diez dias para contarles como fue la aventura en el Ashram en Bangalore, y los siguientes planes. 

miércoles, 11 de abril de 2012

REleyendome y REescribiendome

Otros 8 meses más sin escribir. La vida pasa volando.
En este tiempo las cosas han cambiado nuevamente. Yo he cambiado, mi situación sentimental ha cambiado, y el trabajo también cambió. Aun tengo ganas de contar todas las delicias que probé en Italia, y las aventuras en Berlín. Al final del año todo dió un giro inesperadamente esperado, y cambió mis ritmos de trabajo y de vida mucho más.
En este momento estoy feliz. Viviendo el momento presente y dando mi 100%. Sin embargo sentí la necesidad de explorar facetas de mí que no conozco y buscar maneras de sacar mi creatividad a flote. Por eso después de mucho pensar, decidí comenzar a trabajar en un taller de escritura, antes de darle paso a la danza, la actuación, la pintura y a la natación (no es cierto).
Y bueno, heme aquí... 16 meses después de todas las ganas de escribir. Queriendo escribir nuevamente pero re- leyéndome y re- pensándome. No solo en el blog sino también en mi vida.

Espero que el taller haga mucho más amenas las lecturas de este diario, y que las cosas de la vida me permitan reescribirme a mi gusto, y en intervalos más cortos de tiempo.

viernes, 19 de agosto de 2011

Estoy de vuelta!

Ufff! Más de 8 meses sin escribir. Ha sido difícil retomar, pero estoy con muchas ganas de escribir hace días, me levanto por las mañanas escuchando en mi mente lo que quiero escribir, y quiero mostrarles todo lo que he visto de interesante por aquí. Muchas cosas han pasado desde los Guerreros sin Armas. Ahora me encuentro en Europa viajando un poco y resolviendo algunos asuntos personales, y tengo muchas cosas que contar sobre lo que he visto en este viaje, y además se me ha refrescado todo lo vivido en Brasil pues he estado cerca de los Guerreros nuevamente aquí en el viejo continente. Así que preparen los sentidos, pues les voy a contar sobre los placeres de la comida en Italia, la organización de Suiza, las aventuras en el World Culture Festival en Berlín y hasta los llevaré de vuelta a Brasil, para terminar de contarles lo que sucedió con los Guerreros.

Auf wiedersehen!