lunes, 16 de agosto de 2010

Un pedacito de cielo en la tierra



Justo como se lo pedí al universo, me llego la oportunidad de empezar a caminar por mi país.
Primero estuve en la Atlántida en Cajibio, aprendiendo muchas cosas y compartiendo con otras mujeres los saberes ancestrales y los nuevos conocimientos también.
Estuve en Bogota un par de semanas adelantando tareas y acepte la invitación de Amanda de ir a conocer Guacamayas (estaba cerca el festival de la mazorca) e investigar un poco para el proyecto que queremos iniciar juntas. Aprovechando la oportunidad, me fui unos días antes para visitar el Parque Nacional Natural El Cocuy. Al principio todo parecía estar en contra. Me salían tareas y tareas y tareas (y tareas) y parecía que no iba a alcanzar a terminar antes de irme. Ademas en el Cocuy y sus alrededores el invierno estaba muy fuerte y todo indicaba que el parque iba a estar cerrado, o al menos nadie me recomendaba visitarlo en esta época del año. Por otro lado llame muchas veces a las empresas de buses para averiguar una ruta que me dejara en el Cocuy temprano en la tarde y ningun bus parecía llegar antes de las 6 de la tarde.


Pero bueno, finalmente acabe las tareas, y me fui con Michael (se dice Mijael), un amigo de Cuchsurfing que se estaba quedando en mi casa en ese momento. Por hacer mas, hicimos menos. Nos fuimos para el terminal a las 2.30am, para tomar el bus de las 3 hasta Duitama, a donde llegamos 4 horas mas tarde. El frío era impresionante. Eran las 7 de la mañana y lo único que quería era tomarme algo caliente. Así que desayunamos en una cafetería mientras esperábamos que llegara el bus que nos llevaría al Espino. En Duitama nos dijeron que para ir al Cocuy teníamos que esperar el bus que venia de Bogota, pero yo me resistía a creer que no se pudiera llegar de pueblo en pueblo mas temprano. Tomamos el bus al Espino a las 8.30, y la verdad me dormí la mitad del camino. Abrí los ojos en una parte, y toda ilusa pensé que ya estaba cerca del Cocuy, pues pasamos por un páramo muy bonito del que no me acuerdo el nombre ahora.


Luego me quede dormida y cuando abri los ojos nuevamente estábamos yendo por una carretera hacia abajo del canón del rio Chicamocha. El bus tomo la ruta de Capitanejo, y lo único que se veía era el suelo árido, lleno de cactus y polvo. El calor era absurdo, y no se podía abrir la ventana pues el bus levantaba toda la tierra seca pasando por esa carretera que no estaba en muy buen estado (varias veces tuvimos que pasar por entre las quebradas que cruzaban la carretera). Al final, el calor estaba tan insoportable que decidí abrir la ventana y comerme todo el polvo hasta que llegáramos a un lugar mas fresco. Llegamos al Espino a las 3.30 de la tarde, y mi pelo había pasado de ser crespo, suave y castaño, a mono, tieso y asqueroso. Preguntamos como hacer para llegar al Cocuy y la respuesta fue: tienen que esperar a que llegue el bus que viene de Bogota. Así que decidimos tomar un expreso, que es un jeep que lo lleva a uno por un precio mas alto pero cuando uno necesita. Llegamos al Cocuy media hora mas tarde y nos fuimos directo a la oficina de Parques, nos registramos y pedimos información sobre las rutas disponibles para los caminantes y también sobre los medios de transporte para llegar a la Sierra.


Luego buscamos un hotel (la verdad no buscamos tanto, nos metimos en el primero que se ve en la Plaza principal), y fuimos a hacer un mercadito para subir al parque y cocinar allá.
El Cocuy es un pueblo muy tranquilo, parece que asi es toda la región, tan tranquilo que no conseguíamos donde almorzar a las 4.30 de la tarde. Tocaba esperar a las 6.30, que es la hora en que los diez turistas que estábamos en el pueblo podíamos decidir en cual de los 3 restaurantes disponibles comer. Estuvo lloviznando y no pude tomar ninguna foto del pueblo, pero es muy bonito pues todas las casas están pintadas de blanco y verde, y casi todas las casas tienen balconcito, es muy tradicional. Ademas con respecto a lo de tranquilo, pues las personas solo se sientan ahí al lado de las cafeterías alrededor de la plaza, con sus ruanitas, a ver como pasa el tiempo y ver llover.
Y luego nos fuimos a dormir bien tempranito porque había que madrugar para poder coger el lechero, que es el camión que recoge la leche por las veredas, y lo lleva a uno hasta un punto cercano al parque desde donde hay que caminar dos horas y media para llegar al refugio.

El Cocuy desde la montana

Llovió toda la noche, y teníamos muchas dudas sobre ir o no al parque pues el clima no parecía colaborar para la caminata. Pero al final pensamos que mas valía hacer el intento y si llovía mucho pues nos quedábamos en el refugio a ver llover. Asi que empacamos a toda velocidad y nos fuimos a esperar el camión a las 6 de la manana.
El paseo en el camión estuvo super bonito. Nos demoramos cerca de una hora en llegar al Alto de la cueva, e íbamos en el camión con otros dos extranjeros, el senor que recogía la leche y varias personas del pueblo. La vista era increíble, el sol salio y todo se veía muy verde y fresco.


El frío también estaba muy duro, iba pensando que me había ido muy mal equipada, pues aunque iba con doble saco, bufanda, buff, guantes y doble camiseta, iba perdiendo mis dedos y mi nariz. Pero todo cambió una vez nos bajamos del lechero y comenzamos a caminar. El sol ya estaba arriba, y con toda la lluvia de la noche anterior, también había nevado en lo alto de la sierra, así que con el cielo despejado pudimos ver las montanas todas nevadas.


Caminar por esas montanas es algo de verdad muy bonito y profundo. El silencio y la tranquilidad que se sienten allí son incomparables con cualquier cosa. Durante el camino estuvimos tomando fotos, y viendo todo con mucho asombro y felicidad. No podía nada mas que agradecerle al universo la posibilidad de estar ahí, y de ver tanta agua en el mismo sitio.

Llegamos al refugio, y estuvimos muy de buenas porque aunque era temporada baja, solo quedaba un cuarto disponible. Justo ese día venia un grupo como de 14 personas y por poco nos quedamos sin donde dormir.


El sol nos honro con su presencia el resto de la tarde. Pudimos ver la punta del Pan de azúcar, estaba muy despejado. Preparamos unos sanduches de vegetales y nos fuimos a caminar para verlo mas de cerca.

Almorzamos por el camino, en medio de un valle de frailejones, y seguimos caminando, hasta que llegamos al punto desde donde se veía el Pan de Azúcar y las lagunillas. Como siempre, no supe calcular hasta donde podían esforzarse mis rodillas, y luego de una subida de mas o menos dos horas y media, la bajada estuvo un poco pesada y empece a sentir dolor cada vez que daba un paso. De todas formas bajamos sin problema, y nos fuimos al refugio a preparar algo de comer, practicar para las clases de Origami que daría en Guacamayas, y a organizar el cuarto para no sentir frío en la noche.


El plan para el día siguiente era hacer todo el recorrido hasta la laguna de la Plaza. En la oficina de parques nos habían dicho que eran mas o menos 8 horas ida y vuelta. Pero el guía que estaba en el refugio nos dijo que no era posible hacerlo en un día.
Ademas el día amaneció lluvioso y no dejo de llover en todo el día... Para colmo, con los afanes de salir de Bogota, y con esta indecisión que a veces me caracteriza, termine olvidando la chaqueta impermeable. Suerte para mi, que había traído conmigo la bolsa plástica con gorrito que me regalo mi mama -a lo cual llama ella impermeable (ver imagen)-. Era chistoso vernos, pues Michi tenia un muy buen equipo, no solo un sleeping bag super caliente, y botas para caminar, sino una chaqueta de esas que tienen selladas las costuras, que no se les pasa ni una gota de agua, y hasta tienen ventilación en las axilas, y yo, con los saquitos de fleece que me regalo mi mama, y toda empacada en esa bolsa plástica, con los brazos al aire y al agua, y en tennis de bailarina.


Pero bueno, vale decir que la bolsa plástica me protegió del frío y del agua. Incluso mas que a otras personas que tenían impermeables como el que yo deje en Bogota.
El caso es que decidimos no ir hasta la laguna, sino ver como progresaba el clima y caminar hasta donde pudiéramos y a nuestro propio ritmo.
Hicimos el circuito de las lagunas, la pintada, la cuadrada, la atravesada y la parada, y entre todas esas una cantidad de pozos, quebradas y lagunillas cristalinas. Decidimos caminar hasta el alto de Cusiri que esta a 4410 m.s.n.m, cada vez hacia mas frío, y cada vez había mas agua, ya no había caminos secos y tocaba caminar prácticamente con los pies entre el agua que bajaba. De todos modos el frío solo se sentía cuando hacíamos alguna parada. Mientras mas nos acercábamos, mas se llenaba de hielo el paisaje, y era super bonito ver como crecen plantas y flores de color rojo intenso entre todo ese hielo. Llegamos arriba y el frío solo nos permitió estar menos de un minuto, pues justo en el alto, que es como su nombre lo indica, el punto mas alto de esa primera montana, pasa un viento fuertisimo y helado, acompañado de lluvia muy fría. Hacia el otro lado de la montana no se veía nada, solo nubes y niebla, así que dimos media vuelta y comenzamos el descenso.


A medida que nos acercábamos al refugio, el clima fue mejorando hasta que dejo de llover.
Llegamos al refugio nuevamente, almorzamos, al rato cenamos, y nos fuimos a dormir, pues nos tocaba salir a las 4.30 de la manana para alcanzar a coger el lechero (no había otra forma de volver al pueblo).


Agradeciendo al cielo nuevamente, pues estuvo despejado esa noche, y no llovió en la madrugada. Nos levantamos muy temprano y terminamos saliendo del refugio faltando un cuarto para las cinco de la manana. Estaba muy contenta pues era mi primera caminata nocturna en un lugar tan apartado de la civilización. El cielo estaba muy despejado, asi que pudimos caminar gran parte sin linterna. Y pues obviamente fue muy pero muy lindo, caminar asi en el silencio, por la noche, con el cielo despejado, y escuchar los pajaritos despertarse, y luego ver como las nubes empezaban a emerger de la base de las montanas, como algodón de azúcar, todas despelucadas.

Pero no todo fue pajaritos, nubes y aire puro. Con el peso de la mochila, y mis rodillas resentidas, llego un momento en que no podía dar el paso sin quejarme. Empece a caminar muy despacio, y el tiempo empezó a hacerse corto para llegar a coger el lechero. Michi trataba de esperarme, pero también estaba pensando en un plan para no perder el camión, pues era nuestra única oportunidad de salir de las veredas. Yo intentaba mitigar el dolor caminando de espaldas en las bajadas que era cuando mas me dolía, y trataba de aplicar todas mis técnicas de respiración sin conseguir resultados positivos. Michi me decía cada rato que le pasara algo de peso, y yo insistía que no (que cosa con este orgullo), hasta que finalmente, me quito la mochila, me dio el celular y una bolsa de agua y se adelanto hasta el punto de recogida para hacer que el camión me esperara. Me sentía como una niña pequeña. Obviamente sin el peso de la maleta podía caminar mejor, pero el dolor era realmente intenso y no podia caminar muy rapido. Creo que sentía mucha rabia de no ser capaz y de que las rodillas no hicieran bien su trabajo, y ademas sentía mucha vergüenza al ver a Michi con no se cuantos kilos de peso encima por mi culpa. Me puse a llorar como si tuviera 6 años, viendo como me quedaba sola y sin importar los esfuerzos que hiciera no podía correr ni alcanzar a mi amigo.


Bueno, finalmente despues de media hora de pataleta y caminar como un robot sin doblar las rodillas, llegue donde Michi y caminamos hasta una casita a esperar el camión.

Primero paso el camión que iba para el Cocuy, pero habíamos decidido que nos íbamos para Güican, pues nos habían dicho que allá había unos termales muy bonitos. Al rato paso el segundo camión, y creo que no nos esperábamos un paseo tan largo. Llegamos a Güican cuatro horas después de abordar el vehículo. Por fin entendí la expresión "cogimos el lechero" que usaba mi mama cuando los buses iban muy despacio (también en el parque aprendí que "agua al clima" no necesariamente es agua tibia, puede ser helada).
Creo que es uno de los paseos mas interesantes que he hecho. debimos haber recorrido todos los pliegues de esas montanas. El camión paraba cada nada, a recoger los recipientes (cantinas de aluminio, envases reutilizados de aceite para automóvil, baldes, etc), y el encargado vaciaba la leche, primero en unas cantinas y luego en un contenedor plástico gigante con capacidad de mil litros.


Lo interesante de recorrer las veredas con el camión, es ver que ademas de recoger la leche, el lechero es un medio de comunicación, y es muy representativo de la cultura y la forma de vida de estos pueblos. El encargado de transvasar el liquido, ni siquiera lleva las cuentas en una libreta. Tiene todo muy claro en su cabeza. Y es que no solo son las cuentas de la leche, sino todos los mandados que hace el lechero durante el recorrido. En cada parada se saludan las personas, unos suben y otros bajan, suben la papa, bajan los costales, suben el abono, bajan la madera, algunos envían dinero para sus familiares en otras veredas, o hacer solicitudes para recibir al otro día desde un medicamento, hasta un bom bom bum. Hasta se actualizan de chismes, no solo en el camión sino en las paradas. De hecho, el camión toma algunos caminos, que recorre durante aproximadamente 20 o 30 minutos, y cuando llega al final del camino se devuelve nuevamente a tomar la ruta principal, y la gente se baja a la entrada, visita a los parientes y se sube de vuelta al regreso del camión. Este paseo es una forma de inmersión en la cultura local, se recibe mucha información, y la verdad lo recomiendo para las personas que tengan tiempo y ganas de ver un lindo paisaje y vivir una experiencia diferente.

Llegamos a Güican, el sol estaba calentando mucho, y pedimos indicaciones para ir a los termales. Como para variar, nos dijeron que eso llegábamos en 20 minutos, y tocaba coger un camino empedrado que iba hacia abajo, bien empinado... Una hora después seguíamos bajando, y Michi tuvo que volver a cargar mi maleta pues yo no podía del dolor. Finalmente, una hora y 20 minutos luego, estabamos en los termales, que al fin de cuenta no estaban ni tan bonitos (un poco mal tenidos y atendidos). Nos quedamos un rato, y fuimos a tomar el bus para llegar a nuestro destino final: Guacamayas.

Fotos en la próxima publicación :)