viernes, 16 de abril de 2010

Volver siempre es bonito.


Llevo dos semanas en Bogotá. Llegué con la lluvia. No ha parado de llover desde que puse el pie en la tierrita. Pero bueno, también me alegra porque antes de irme los cerros se estaban quemando por culpa del sol y la sequía.

Durante estas dos semanas he pensado diariamente qué escribir en el blog. Me ha parecido un poco difícil seguir hablando de mi camino, como mi gran aventura, luego de llegar a mi vida cotidiana. He hecho muchas cosas y siempre estoy pensando si esto sería de interés para alguien. Sobre que podría escribir ahora que he vuelto a la normalidad?

Pues para no perder la costumbre, quería escribir sobre como fueron las cosas a mi llegada a Bogotá. La verdad aunque han pasado tantos días ya, a veces siento que me quedé por allá... como que veo que me cuesta un poco aterrizar.


Mis papás todos bonitos me recogieron en el aeropuerto, y cuando llegamos a la casa me tenían hasta flores (seguramente un fino detalle de mi madrecita). Yo también feliz de verlos pero a diferencia de otras veces, regresar a mi casa me dió un poco duro. Primero porque me encontré con todas mis cosas, y luego de estar viajando tan ligera de equipaje, me dieron ganas de tirar todo a la caneca.
Duré como 3 días dándole vueltas al desorden, a ver como organizaba mi cuarto para sentirme tranquila en él. Porque una de las cosas que me dejó este viaje es la seguridad de que quiero vivir mi vida así, simple.


Encontré en vez de la gatita que dejé, una gata hecha y derecha, gigante, atlética y pesada, y más loca que cuando me fuí. Pensé que no me había reconocido, pero a partir del día siguiente a mi llegada volvió a perseguirme como perrito por toda la casa, duerme conmigo y se queda donde yo estoy. Y bueno, Oliver es cuento aparte, cada día
más mimado. También encontré a mi pobre matica, compañera de alegrías y tristezas, toda calva y seca, y cada vez mas resumida, porque unos días después Karla me sugirió podarla y lo que fue un día una matica frondosa y florida hoy es solo un ñoquito lleno de hongos. Igual estoy aplicando todos los conocimientos adquiridos en Auroville para ver si puedo hacer que vuelva a florecer, espero que mis cantos y mis cariños surtan efecto en unas semanas.

Duré varios días maquinando en mi cabeza la forma de devolverme para India inmediatamente. Pero bueno, eso ya está superado. Me dí cuenta que necesitaba aterrizar mi cabeza en Bogotá y tomar el toro por los cuernos. Y aquí estoy, con mil ideas en la cabeza y tomando impulso para llevar a cabo todo.

Volví gradualmente a mis actividades cotidianas, como cocinar, montar en bici, echar rulo con las amiguitas y hacer cuentas de los gastos y las entradas propias y de la empresa.

Fue bonito ver de nuevo a mis amigos, escuchar las buenas nuevas, saber de los avances y también contarles lo que no habían leído o lo que querían saber sobre el viaje. También fué increíble llegar y ver que me estaban esperando incluso las personas que no están en el país, y darme cuenta que las personas que conocí fuera me ofrecen una amistad sincera y bonita...


Ya ensaye dos recetas de las aprendidas en la India: Dal Makhani y Gulab Jamun. Bueno en realidad el Gulab Jamun era fácil pues solo tocaba ponerle agua a la mezcla que compré, fritar, y sumergir en melao. No se parece ni poquito al que probé en India, pero quedó rico de todas maneras.
Olvidé anotar la receta de las lentejas en casa de Nati, asi que busque por internet y baje una receta que me pareció que podía darme un resultado similar, pero no fue así, a mitad de camino me tocó fusionar dos recetas y finalmente quedó rico pero no podría asegurar que es el mismo sabor.
También preparé Ghee, y me gustó. Pensé que era más complicado, pero fue facilísimo y además sabe muy rico y es más saludable que la mantequilla normal. Estoy programando la preparación de chenna, a ver si los sorprendo a todos con un delicioso Rasmalai.
Y contrario a lo que prometí antes de llegar... no dejé de comer dulce. Y lo peor es que nadie me colaboraaaaa! Pero de todas formas se agradece la posibilidad de deleitarse con algunos manjares...

Y bueno, como era de esperarse, aquí en Bogotá ya se habían olvidado de que era vegetariana, y llegué en un desorden de comidas tan importante que he comido pollo dos veces en estas dos semanas.


Ya fui a mi primer ciclopaseo, y la ruta estuvo super chevere, hasta tuvimos tiempo de pasar por entre el bosque en el humedal de Córdoba. Aún estoy haciendo ganitas para empezar a utilizar la bici para transportarme en la ciudad, pero el clima no me colabora. Ademas de la lluvia, esta haciendo un frío que me entra hasta los huesitos.
Sin embargo, ahora que empecé un curso en las noches, estoy yéndome en mi burrita, como le dice un amigo, y se ha portado lo más de bien. Me gasto 50 minutos en llegar a Usaquén (comprendan, es en subida) y 27 en bajar hasta mi casa, obviamente sin irme corriendo.

Y bueno, para ayudarme a dejar la India gradualmente en su lugar, el curso que estoy haciendo es de respiración, y lo dicta un Swami super bonito que trajeron especialmente para dictar el taller. De esa clase solo puedo salir con una sonrisa en la cara... espero que con el tiempo la sonrisa no se me borre ni con toda la presión de lo cotidiano encima.

Lo importante es que ahora que volví, tengo más claro lo que quiero, y estoy segura que seguiré abriendo el camino por donde me lleva mi corazón. Así que cuando tenga cosas lindas que contarles volveré a aparecer.

jueves, 1 de abril de 2010

JetLag en New York


El vuelo de India a New York fue más largo que el de New York a India, duró casi 16 horas (Tengo tildes otra vez!). Creo que dormí la mitad del viaje, vi algunas películas, leí un ratico, dormí más... Ya se dieron cuenta que no puedo estar sentada en ningún vehículo sin quedarme dormida (Léase bus, tren, carro, avión).
Finalmente llegamos, a las 4.30 am, como estaba programado. Esta vez, la entrada a los Estados Unidos estuvo super amable. Pasé derechito en todas las cosas, y apenas pude llamé a Nelsiton, pobrecito madrugando para recogerme. No quería que se molestara, pero el insistió y mis papás también insistieron, hasta que al final me tocó acceder. Cogí el tren y llegué a Penn Station, y otra vez como la primera vez, Nelson estaba esperándome en el lugar equivocado, así que pasamos un buen rato cada uno parado enfrente de un Primo Capuccino diferente. Probé a llamarlo desde el local de teléfonos públicos que era, tal como me había dicho Nelson, el Hostal de los Teléfonos, porque había una persona durmiendo debajo de cada teléfono (triste), pero una vez más, el maldito teléfono se tragó todas mis monedas. Entonces volví a mi lugar y esperé a que Nelson llegara. Me dio un poquito de pena, me sentía cero guerrera con esa cantidad de maletas, y más pena me daba que me tuvieran que ayudar a cargar todo eso que era mío. Pero bueno, superada la pena, nos fuimos para la casita. Me sentía muy bien, sin hambre ni sueño, y Nelsiton insistía en que durmiera un rato. Me negué rotundamente, pero dos minutos recostada en la cama bastaron para que me quedara dormida.
Pensé que con la cantidad de tiempo que había dormido en el avión no me iba a costar trabajo ajustar el horario, pues de ida había sido inmediato el ajuste. Pero me equivoqué pues pasé los cuatro días en Nueva York durmiendo a deshoras y hasta con mal genio y pataletas internas por el sueño y el cambio de temperatura.
Esta vez sentí que no pasé tanto tiempo con mis anfitriones porque, además de que dormí la mayoría de horas hábiles, Nelsiton estuvo un poco ocupado y Lukasz empezó a trabajar en otro lugar y pasaba poco tiempo en la casa.


Visité el Museo Metropolitano por pocas horas, y obviamente no alcancé a verlo todo. Pude ver las secciones del Imperio Romano, una parte de Africa, América (Norte, Centro y Sur) y una pequeña parte de la colección de Egipto. Me pareció que vale mucho la pena dedicarle el tiempo a este museo (odio al sorochito por no dejarme aprovechar mis días), pero será la próxima vez. Lo que más me gustó fue la exhibición de las islas del Pacífico Sur y Africa, con todas esas máscaras tan expresivas, todas sonrientes. Además me pareció increíble el parecido que tiene todo esto con las máscaras y demás piezas tradicionales de nuestro continente, a pesar de las distancias y las diferencias en los períodos de tiempo.


Estuve en Union Square, me pareció muy lindo. Había como un mercadito de pulgas, algunos artistas vendiendo pinturas, camisetas, sombreros. También en la entrada del metro había un grupo de música como de New Orleans, super chévere. Estuvimos caminando allí un ratico, mirando a la gente y mirando algunos arbolitos que ya están floreciendo porque está empezando la primavera. A Nelson se le ocurrió que un buen plan era ir a ver Alice in Wonderland, y había un teatro cerca, así que fuimos a comprar los tiquetes y quedamos con Lukasz de encontrarnos para la hora de la función. La película bonita pero no puedo dar bien mi impresión, pues me sentía muy cansada y me dormí algunos pedazos.


También probé a subir al Empire State en esos días, pero estaba con el presupuesto muy ajustado y no me alcanzaba para pagar la entrada completa. Nelsiton me llevó a un café todo bonito donde parece que los tés son orgánicos, se llama Grounded, y probé una variedad de té que no conocía, se llama rooibos y me gustó mucho. Además el café tenía un aire como familiar, todo acogedorcito, porque es un sitio sin ningún parámetro específico en su decoración, es como si fueron decorándolo y amoblándolo con el tiempo, casi como uno decora su propia casa. Ese día me sentía como una niña malcriada, estaba haciendo mucho frío (para mí), bueno no tanto porque al menos estaba menos frío que cuando fui en febrero, pero me imagino que pasar de 35 grados a 4 es un golpe duro para cualquier persona (punto a mi favor), y estábamos lejos de la casa, y me daba mal genio no poder llegar en 5 minutos y meterme debajo de las cobijas a descansar. Bueno creo que también era un poco que quería estar en India y sabía que estar en Nueva York era la señal inminente de mi pronto regreso a Bogotá.


Como siempre, hubo tiempito para tomarnos unos vinitos, unos Jack Daniel's y hablar de cosas superfluas y también de cosas profundas. También Nelsiton a pesar de (o gracias a?) mi actitud de niña mimada, me tuvo paciencia, canceló algunos de sus compromisos para estar conmigo y hasta me preparó almuerzo vegetariano dos días.

El domingo Lukasz me acompañó a conocer el Museo de Historia Natural, también llegamos tarde porque ambos habíamos trasnochado hablando de bobadas y cosas importantes, y nos despertamos tarde. Además Lukitasz escogió una ruta super bonita atravesando el Central Park lo cual demoró nuestra llegada al museo, pero valió la pena.


El museo me encantó, pero también me faltó tiempo y, aunque hubiera llegado temprano, creo que me habrían hecho falta unos cuantos días para verlo con detenimiento. Además escogimos un orden para visitarlo que sin culpa dejó para el final la parte que me habría interesado más. Pero espero que haya una oportunidad para volver.
Ese día también Lukasz me invitó a comer y luego fuimos a la casa y nos tomamos un vino, les hice tatuajes con henna, y vimos televisión un rato.

El último día me gasté casi toda la mañana reorganizando las maletas, casi me toca sentarme encima para poder cerrarlas a pesar de que no compré nada en Nueva York.
Nelsiton me acompañó a Penn Station y me dejó sentadita en el tren. Otra despedida veloz, de afán porque el tren estaba listo para arrancar.

Llegué a tiempo al aeropuerto, y todo estuvo como medido, no me tocó esperar mucho para abordar el avión. El vuelo a Bogotá estuvo tranquilo, por ahí se movió un poquito, y creo que nos toco sobrevolar un rato llegando a Bogotá.
Me tocó sola en otra vez en la fila, el vuelo no venía lleno, y pude leer un buen rato sin quedarme dormida, y luego dormir acostada cómodamente.
Estaba un poco nerviosa porque casi al final del viaje se veía como una tormenta entre las nubes, pero la llegada y el aterrizaje otra vez estuvieron muy suaves.

Llegué a Bogotá y todo estuvo fácil en el aeropuerto, mis papás estaban esperándome (increíblemente contentos de verme otra vez ja ja) y parece que el nuestro era el único vuelo pues no había casi nadie afuera esperando a los viajeros.


Se acabó este viaje, pero apenas comienzo a abrir realmente mi camino (tal vez volver a mi cotidianidad después de esta experiencia es otro viaje!), y me gustó mucho la experiencia de escribir, con y sin tildes, sin poder subir fotos y, aunque no sé si mis lectores aun me leen, voy a seguir escribiendo. Creo que eso también es parte del camino.