No pude pasar mucho tiempo en el Ashram, pero 3 días
fueron suficientes para tener unas cuantas aventurillas.
Lo primero que sucedió, fue que al mejor
indian-style, pasé 3 horas (por reloj) esperando para poder tener un cuarto.
Obviamente debido a la cantidad de gente entrando y saliendo del Ashram ese
día, pero también dejando en claro que los indios no se ganan el primer
lugar en eficiencia, ni en atención al cliente. Lo que inicialmente dijeron de
esperar diez minutos, se convirtió en una espera de más de dos horas y media.
El curso que iba a hacer incluía acomodación en el
Ashram, en un cuarto compartido para cuatro personas. Lo cual cayó de perlas
pues ya solita en esta zona, prefería no tener que caminar o coger el rickshaw
por la noche. Y bueno, quedarme en el Ashram me hizo caer en cuenta que
realmente las condiciones de mi anterior vivienda no eran las mejores (en
palabras de mi mamá, nos dieron en la mula). Los que me conocen saben que soy
tranquila y no necesito muchas comodidades. Pero puedo decir, que cada célula
de mi cuerpo brincó de alegría cuando me entregaron sábanas, funda de almohada,
cobija y toalla, LIMPIAS. Después de estar durmiendo diez días encima de una
cortina y un mantel maloliente, bueno... pues si... me puse feliz. No me
culpen. Tener cama también fue una buena noticia. Y tener un baño limpio, donde
el agua salía con presión, fue una alegría indescriptible. Ni qué decir del
descubrimiento de la escobilla para secar el piso después de bañarse.
Definitivamente un cambio para mejorar.
El cuarto es compartido, y el sistema de seguridad
que utilizan es un candado, del cual te dan la combinación y funciona muy bien.
Pues asumimos que todo el mundo es responsable y chévere pues todos estamos
caminando el mismo conocimiento, y dentro de este no cabe robarle al vecino.
La primera noche cuando llegué, conocí a mis
roomates, que se iban al día siguiente. Tres chicas de Malasia, más dulces que
la panela. Una de ellas instructora de Sri Sri Yoga. Era tarde cuando llegué, y
tenía toda mi ropa sucia, así que me puse a lavar mientras ellas arreglaban sus
maletas. Cruzamos un par de palabras y ya.
Al día siguiente, me fuí a las 5 de la mañana a
comenzar mi curso, y ellas se fueron antes que yo regresara. Me dejaron sobre
la cama tres ladoos de maní (unos dulces tradicionales de aquí increíbles), una
bolsa de galletitas de avena y dos pastelitos de hojaldre con mermelada.
Tenía un poco de nervios de pensar en mis nuevas
compañeras, y creo que no eran miedos infundados. Que tal alguien menos dulce
que estas tres malasienses?
Confirmé un poco mis miedos cuando en la noche regresé
al cuarto y me encuentro con dos abuelitas indias, de cara muy seria, que lo
único que me dijeron al verme fue "you are late!", antes de taparse
con la cobija y darme la espalda. Pensé que iban a ser unos días difíciles con
estas señoras, pero al otro día me levanté a las 4:30 y mientras una de ellas
se bañaba, tuve una amable conversación con la otra. Y bueno terminé
encariñándome con ellas a pesar de pasar muy poco tiempo juntas.
Sobre el Ashram, les cuento que es grandísimo y
tiene espacio para albergar a muchos miles de personas. No tengo seguridad de
cuantas. Pero solo para Navaratri había más de 6000 personas, de las cuales
cerca de 2000 éramos internacionales.
Además del alojamiento tienen una cocina que no podría
decir que tan grande es, pero alimenta a toda esta cantidad de personas todos
los días durante la celebración. La comida estuvo muy rica siempre. Para
algunos tal vez muy picante, hasta la comida non-spicy era picante. Pero yo me
gocé con toda la comida spicy. Lo único que me parecía raro era por las mañanas
una especie de avena en leche que servían, que no era dulce sino salada, y pues
bueno... raro desayunar eso –todos los días.
La celebración de Navaratri duró diez días, y hay un
día que no recuerdo bien si es el octavo o el noveno, que es como la cúspide de
la celebración, todas las personas se visten con sus mejores trajes, los puyas
fueron los más especiales, con elefantes y vacas en tarima, y la comida fue
todo un festín. Nos sirvieron como diez platos diferentes (un poco de cada
cosa) y estuvo delicioso. Aunque también fue raro para algunos, pues no
separaban lo dulce de lo salado y lo picante.
Otra cosa interesante es que como vienen tantas
personas a comer, tienen unas instalaciones para que cada quien lave su propio
plato. Razón por la cual creo que tengo este virus que me ha acompañado todo el
viaje.
El caso es que tocaba hacer una fila larga para
echar los desechos en una caneca y pasar a unos lavaplatos comunales. Los
grifos estaban como locos, unos abrían para un lado y otros al contrario,
entonces era frecuente abrir con fuerza la llave en vez de cerrarla y bañarse
la ropa con el rebote del agua sobre la superficie.
De las cosas más lindas para ver en el Ashram, está
el Vishalakshi Mantap, que es uno de los espacios en donde se hacen las
prácticas, y los cursos cuando no son tan concurridos. Caben cerca de 1000
personas en el hall principal. Es muy chistoso a primera vista porque parece un
ponqué de primera comunión o quince años. Obviamente indian-style. De hecho le
dicen el Cake Temple. Porque de recién llegado Vishalaksi es complejo de
recordar.
Ya con el tiempo uno se acostumbra a los tonos
rosados desvanecidos de las lámparas y logra ver la belleza de toda esa
construcción en mármol, que además de albergar a los asistentes en los cursos,
es hogar de muchas palomas y refugio de las ardillas por la noche. Así que
muchas veces uno puede pensar que está teniendo una experiencia de otros planos
astrales y de pronto aterrizar y darse cuenta que es el gorjeo de las palomas.
Además de este templo hay varios espacios muy
bonitos, no sólo para cursos sino para descansar, y quedarse por ahí sentado en
estado de contemplación. Buscando un poquito más en el tiempo que tuve
disponible, por fin encontré el Sumeru Mantap, del cual había escuchado muchas
historias lindas de las personas que han vivido el Arte de Vivir desde que
nació en Bangalore. El templo queda en una montañita, también tiene formas decorativas
tipo pastel matrimonial, pero este es más lindo porque son como dos anillos,
conectados por columnas, alrededor de un jardín donde está un árbol muy grande
y frondoso, con una sillita muy bien puesta a su lado, y él, extendiendo sus
ramas en los alrededores le da sombra a los meditadores que suben a hacer sus
prácticas matutinas allí, y más tarde le da lugar de descanso a los micos que
vienen a visitar el templo durante el día.
Está pintado con muchos colores, tiene estatuillas
de diferentes dioses hinduístas y es un lugar con una energía muy bonita.
Ya en los últimos días que estuve en el Ashram,
Guruji nos recibió en dos oportunidades, al grupo de los hispanohablantes
primero y despúes con los brasileros. Nos recibió en un salón muy bonito, con
las mismas características de los otros templos, pero este, diría yo, parece un
cupcake.
Una sala muy linda, llena de chocolates y regalos
que la gente le ha entregado. Obviamente él no se come todo lo que le regalan
porque a que hora termina (¿?) entonces los reparte a las personas que lo
visitan para hacerle preguntas o simplemente para verlo en persona.
Otra cosa divertida que pasaba en el Ashram era que
había muchos rusos, y los rusos son muy divertidos. No hablan ni pizca de
inglés. Y lo mejor es que creen que todo
el mundo habla ruso. Entonces entablan conversaciones unilaterales, en las que
con toda la confidencia, le preguntan a uno cosas y esperan que uno responda.
Igual uno se queda pensando si es que están hablando inglés, porque con tanta
naturalidad que preguntan y se quedan esperando, cualquiera se confunde.
Lo mismo pasa con los indios. Creo que ya había
escrito sobre eso. A todo te dicen que si. Entonces muchas veces no se sabe si
realmente entendieron lo que uno les dijo.
Y bueno, la verdad estuve muchos días, que a veces
parecieron meses y a veces parecieron un par de días, no entiendo que fue lo
que pasó pero no alcancé a conocer muchas cosas. Así que me quedé con ganas de
regresar, tal vez en otra época del año y tal vez con la intención de enrolarme
con más profundidad en las actividades de servicio.
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