lunes, 24 de diciembre de 2012

Ashram mode



No pude pasar mucho tiempo en el Ashram, pero 3 días fueron suficientes para tener unas cuantas aventurillas.
Lo primero que sucedió, fue que al mejor indian-style, pasé 3 horas (por reloj) esperando para poder tener un cuarto. Obviamente debido a la cantidad de gente entrando y saliendo del Ashram ese día, pero  también dejando en claro que los indios no se ganan el primer lugar en eficiencia, ni en atención al cliente. Lo que inicialmente dijeron de esperar diez minutos, se convirtió en una espera de más de dos horas y media.

El curso que iba a hacer incluía acomodación en el Ashram, en un cuarto compartido para cuatro personas. Lo cual cayó de perlas pues ya solita en esta zona, prefería no tener que caminar o coger el rickshaw por la noche. Y bueno, quedarme en el Ashram me hizo caer en cuenta que realmente las condiciones de mi anterior vivienda no eran las mejores (en palabras de mi mamá, nos dieron en la mula). Los que me conocen saben que soy tranquila y no necesito muchas comodidades. Pero puedo decir, que cada célula de mi cuerpo brincó de alegría cuando me entregaron sábanas, funda de almohada, cobija y toalla, LIMPIAS. Después de estar durmiendo diez días encima de una cortina y un mantel maloliente, bueno... pues si... me puse feliz. No me culpen. Tener cama también fue una buena noticia. Y tener un baño limpio, donde el agua salía con presión, fue una alegría indescriptible. Ni qué decir del descubrimiento de la escobilla para secar el piso después de bañarse.
Definitivamente un cambio para mejorar.

El cuarto es compartido, y el sistema de seguridad que utilizan es un candado, del cual te dan la combinación y funciona muy bien. Pues asumimos que todo el mundo es responsable y chévere pues todos estamos caminando el mismo conocimiento, y dentro de este no cabe robarle al vecino.

La primera noche cuando llegué, conocí a mis roomates, que se iban al día siguiente. Tres chicas de Malasia, más dulces que la panela. Una de ellas instructora de Sri Sri Yoga. Era tarde cuando llegué, y tenía toda mi ropa sucia, así que me puse a lavar mientras ellas arreglaban sus maletas. Cruzamos un par de palabras y ya.

Al día siguiente, me fuí a las 5 de la mañana a comenzar mi curso, y ellas se fueron antes que yo regresara. Me dejaron sobre la cama tres ladoos de maní (unos dulces tradicionales de aquí increíbles), una bolsa de galletitas de avena y dos pastelitos de hojaldre con mermelada.

Tenía un poco de nervios de pensar en mis nuevas compañeras, y creo que no eran miedos infundados. Que tal alguien menos dulce que estas tres malasienses?

Confirmé un poco mis miedos cuando en la noche regresé al cuarto y me encuentro con dos abuelitas indias, de cara muy seria, que lo único que me dijeron al verme fue "you are late!", antes de taparse con la cobija y darme la espalda. Pensé que iban a ser unos días difíciles con estas señoras, pero al otro día me levanté a las 4:30 y mientras una de ellas se bañaba, tuve una amable conversación con la otra. Y bueno terminé encariñándome con ellas a pesar de pasar muy poco tiempo juntas.


Sobre el Ashram, les cuento que es grandísimo y tiene espacio para albergar a muchos miles de personas. No tengo seguridad de cuantas. Pero solo para Navaratri había más de 6000 personas, de las cuales cerca de 2000 éramos internacionales.

Además del alojamiento tienen una cocina que no podría decir que tan grande es, pero alimenta a toda esta cantidad de personas todos los días durante la celebración. La comida estuvo muy rica siempre. Para algunos tal vez muy picante, hasta la comida non-spicy era picante. Pero yo me gocé con toda la comida spicy. Lo único que me parecía raro era por las mañanas una especie de avena en leche que servían, que no era dulce sino salada, y pues bueno... raro desayunar eso –todos los días.


La celebración de Navaratri duró diez días, y hay un día que no recuerdo bien si es el octavo o el noveno, que es como la cúspide de la celebración, todas las personas se visten con sus mejores trajes, los puyas fueron los más especiales, con elefantes y vacas en tarima, y la comida fue todo un festín. Nos sirvieron como diez platos diferentes (un poco de cada cosa) y estuvo delicioso. Aunque también fue raro para algunos, pues no separaban lo dulce de lo salado y lo picante.
Otra cosa interesante es que como vienen tantas personas a comer, tienen unas instalaciones para que cada quien lave su propio plato. Razón por la cual creo que tengo este virus que me ha acompañado todo el viaje.
El caso es que tocaba hacer una fila larga para echar los desechos en una caneca y pasar a unos lavaplatos comunales. Los grifos estaban como locos, unos abrían para un lado y otros al contrario, entonces era frecuente abrir con fuerza la llave en vez de cerrarla y bañarse la ropa con el rebote del agua sobre la superficie.

De las cosas más lindas para ver en el Ashram, está el Vishalakshi Mantap, que es uno de los espacios en donde se hacen las prácticas, y los cursos cuando no son tan concurridos. Caben cerca de 1000 personas en el hall principal. Es muy chistoso a primera vista porque parece un ponqué de primera comunión o quince años. Obviamente indian-style. De hecho le dicen el Cake Temple. Porque de recién llegado Vishalaksi es complejo de recordar.

Ya con el tiempo uno se acostumbra a los tonos rosados desvanecidos de las lámparas y logra ver la belleza de toda esa construcción en mármol, que además de albergar a los asistentes en los cursos, es hogar de muchas palomas y refugio de las ardillas por la noche. Así que muchas veces uno puede pensar que está teniendo una experiencia de otros planos astrales y de pronto aterrizar y darse cuenta que es el gorjeo de las palomas.

Además de este templo hay varios espacios muy bonitos, no sólo para cursos sino para descansar, y quedarse por ahí sentado en estado de contemplación. Buscando un poquito más en el tiempo que tuve disponible, por fin encontré el Sumeru Mantap, del cual había escuchado muchas historias lindas de las personas que han vivido el Arte de Vivir desde que nació en Bangalore. El templo queda en una montañita, también tiene formas decorativas tipo pastel matrimonial, pero este es más lindo porque son como dos anillos, conectados por columnas, alrededor de un jardín donde está un árbol muy grande y frondoso, con una sillita muy bien puesta a su lado, y él, extendiendo sus ramas en los alrededores le da sombra a los meditadores que suben a hacer sus prácticas matutinas allí, y más tarde le da lugar de descanso a los micos que vienen a visitar el templo durante el día.
Está pintado con muchos colores, tiene estatuillas de diferentes dioses hinduístas y es un lugar con una energía muy bonita.


Ya en los últimos días que estuve en el Ashram, Guruji nos recibió en dos oportunidades, al grupo de los hispanohablantes primero y despúes con los brasileros. Nos recibió en un salón muy bonito, con las mismas características de los otros templos, pero este, diría yo, parece un cupcake.

Una sala muy linda, llena de chocolates y regalos que la gente le ha entregado. Obviamente él no se come todo lo que le regalan porque a que hora termina (¿?) entonces los reparte a las personas que lo visitan para hacerle preguntas o simplemente para verlo en persona.

Otra cosa divertida que pasaba en el Ashram era que había muchos rusos, y los rusos son muy divertidos. No hablan ni pizca de inglés.  Y lo mejor es que creen que todo el mundo habla ruso. Entonces entablan conversaciones unilaterales, en las que con toda la confidencia, le preguntan a uno cosas y esperan que uno responda. Igual uno se queda pensando si es que están hablando inglés, porque con tanta naturalidad que preguntan y se quedan esperando, cualquiera se confunde.

Lo mismo pasa con los indios. Creo que ya había escrito sobre eso. A todo te dicen que si. Entonces muchas veces no se sabe si realmente entendieron lo que uno les dijo.

Y bueno, la verdad estuve muchos días, que a veces parecieron meses y a veces parecieron un par de días, no entiendo que fue lo que pasó pero no alcancé a conocer muchas cosas. Así que me quedé con ganas de regresar, tal vez en otra época del año y tal vez con la intención de enrolarme con más profundidad en las actividades de servicio. 

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