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Llevo dos semanas en Bogotá. Llegué con la lluvia. No ha parado de llover desde que puse el pie en la tierrita. Pero bueno, también me alegra porque antes de irme los cerros se estaban quemando por culpa del sol y la sequía.
Durante estas dos semanas he pensado diariamente qué escribir en el blog. Me ha parecido un poco difícil seguir hablando de mi camino, como mi gran aventura, luego de llegar a mi vida cotidiana. He hecho muchas cosas y siempre estoy pensando si esto sería de interés para alguien. Sobre que podría escribir ahora que he vuelto a la normalidad?
Pues para no perder la costumbre, quería escribir sobre como fueron las cosas a mi llegada a Bogotá. La verdad aunque han pasado tantos días ya, a veces siento que me quedé por allá... como que veo que me cuesta un poco aterrizar.
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Mis papás todos bonitos me recogieron en el aeropuerto, y cuando llegamos a la casa me tenían hasta flores (seguramente un fino detalle de mi madrecita). Yo también feliz de verlos pero a diferencia de otras veces, regresar a mi casa me dió un poco duro. Primero porque me encontré con todas mis cosas, y luego de estar viajando tan ligera de equipaje, me dieron ganas de tirar todo a la caneca.
Duré como 3 días dándole vueltas al desorden, a ver como organizaba mi cuarto para sentirme tranquila en él. Porque una de las cosas que me dejó este viaje es la seguridad de que quiero vivir mi vida así, simple.
Encontré en vez de la gatita que dejé, una gata hecha y derecha, gigante, atlética y pesada, y más loca que cuando me fuí. Pensé que no me había reconocido, pero a partir del día siguiente a mi llegada volvió a perseguirme como perrito por toda la casa, duerme conmigo y se queda donde yo estoy. Y bueno, Oliver es cuento aparte, cada día
más mimado. También encontré a mi pobre matica, compañera de alegrías y tristezas, toda calva y seca, y cada vez mas resumida, porque unos días después Karla me sugirió podarla y lo que fue un día una matica frondosa y florida hoy es solo un ñoquito lleno de hongos. Igual estoy aplicando todos los conocimientos adquiridos en Auroville para ver si puedo hacer que vuelva a florecer, espero que mis cantos y mis cariños surtan efecto en unas semanas.
Duré varios días maquinando en mi cabeza la forma de devolverme para India inmediatamente. Pero bueno, eso ya está superado. Me dí cuenta que necesitaba aterrizar mi cabeza en Bogotá y tomar el toro por los cuernos. Y aquí estoy, con mil ideas en la cabeza y tomando impulso para llevar a cabo todo.
Volví gradualmente a mis actividades cotidianas, como cocinar, montar en bici, echar rulo con las amiguitas y hacer cuentas de los gastos y las entradas propias y de la empresa.
Fue bonito ver de nuevo a mis amigos, escuchar las buenas nuevas, saber de los avances y también contarles lo que no habían leído o lo que querían saber sobre el viaje. También fué increíble llegar y ver que me estaban esperando incluso las personas que no están en el país, y darme cuenta que las personas que conocí fuera me ofrecen una amistad sincera y bonita...
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Ya ensaye dos recetas de las aprendidas en la India: Dal Makhani y Gulab Jamun. Bueno en realidad el Gulab Jamun era fácil pues solo tocaba ponerle agua a la mezcla que compré, fritar, y sumergir en melao. No se parece ni poquito al que probé en India, pero quedó rico de todas maneras.
Olvidé anotar la receta de las lentejas en casa de Nati, asi que busque por internet y baje una receta que me pareció que podía darme un resultado similar, pero no fue así, a mitad de camino me tocó fusionar dos recetas y finalmente quedó rico pero no podría asegurar que es el mismo sabor.
También preparé Ghee, y me gustó. Pensé que era más complicado, pero fue facilísimo y además sabe muy rico y es más saludable que la mantequilla normal. Estoy programando la preparación de chenna, a ver si los sorprendo a todos con un delicioso Rasmalai.
Y contrario a lo que prometí antes de llegar... no dejé de comer dulce. Y lo peor es que nadie me colaboraaaaa! Pero de todas formas se agradece la posibilidad de deleitarse con algunos manjares...
Y bueno, como era de esperarse, aquí en Bogotá ya se habían olvidado de que era vegetariana, y llegué en un desorden de comidas tan importante que he comido pollo dos veces en estas dos semanas.
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Ya fui a mi primer ciclopaseo, y la ruta estuvo super chevere, hasta tuvimos tiempo de pasar por entre el bosque en el humedal de Córdoba. Aún estoy haciendo ganitas para empezar a utilizar la bici para transportarme en la ciudad, pero el clima no me colabora. Ademas de la lluvia, esta haciendo un frío que me entra hasta los huesitos.
Sin embargo, ahora que empecé un curso en las noches, estoy yéndome en mi burrita, como le dice un amigo, y se ha portado lo más de bien. Me gasto 50 minutos en llegar a Usaquén (comprendan, es en subida) y 27 en bajar hasta mi casa, obviamente sin irme corriendo.
Y bueno, para ayudarme a dejar la India gradualmente en su lugar, el curso que estoy haciendo es de respiración, y lo dicta un Swami super bonito que trajeron especialmente para dictar el taller. De esa clase solo puedo salir con una sonrisa en la cara... espero que con el tiempo la sonrisa no se me borre ni con toda la presión de lo cotidiano encima.
Lo importante es que ahora que volví, tengo más claro lo que quiero, y estoy segura que seguiré abriendo el camino por donde me lleva mi corazón. Así que cuando tenga cosas lindas que contarles volveré a aparecer.